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Durante el vuelo hemos podido ver el volcán Chaiten , el Perito y las Torres del Paine.
A las 9,30 tomamos el autobús para Natales, unas 3 horas de ruta. Nos dejan el la misma puerta del Hostal
Francis Drake, situado al lado de la bahía y desde donde se divisan las montañas, cerros y volcanes que la
rodean. Reservamos en el hostal la excursión al Paine (20.000 pesos, sin entradas) y nos vamos a comer cordero
patagónico en el restaurante Última Esperanza.
Tras pasear un poco y pasar el resto de la tarde en la cómoda habitación nos vamos a hacer la cena en el club
de Caza y Pesca, un destartalado local en donde tomamos congrio a la caleta y un sabrosísimo chupe de
centolla
Desayunamos a 1ª hora y a las 7 y media nos recogen para la visita al parque nacional Torres del Paine.
Antes hacemos una parada para ver la Cueva del Milodón (nombre que recibía un gran oso de la zona, hoy
extinguido).
El recorrido de casi tres horas está lleno de lagos de distintos colores, según la procedencia de sus aguas,
de glaciares y sobre todo del impresionante macizo con sus “torres” y famosos “cuernos”. La comida la habíamos comprado el día anterior ya que en el tour no
la teníamos incluida (mejor).
Volvemos a Natales sobre las 18 h. para ir a hacer la cena en Afrigonia, un pequeño y acogedor restaurante,
donde nos narran la historia de la uva camermere, varietal del vino con el que acompañamos unas deliciosas
Mbelele (brochetas de cordero picado en salsa de jengibre) y una cojinova al horno.
El día amanece frío y con mucho viento, nos dedicamos a pasear por la costanera, a comprar cerámica y,
antes de tomar el bus de regreso, a almorzar en “la picada del mercado”, sitio popular y con un menú
económico y sabroso (2.000 pesos): cocido de pavo, pejerrey con puré y postre.
En Punta Arenas volvemos al Bustamante, donde habíamos dejado las maletas, alojándonos en la misma habitación.
Como el vuelo es por la tarde (podriamos haber ido el día antes desde Natales al aeropuerto, ya que el bus
hace parada para conectar con los vuelos, cosa que no sabiamos) dedicamos el día a pasear bordeando el
canal de Magallanes hasta llegar al muy interesante cementerio.
Es un sábado nublado cuando salimos hacia la isla de Chiloé, a 90 kms del continente.
Seguimos bajo una intensa lluvia hasta Castro, capital de la isla, famosa por su palafitos, donde encontramos
un hotel en plena costanera “construido el año del cometa“(1920), llamado Unicornio Azul.
La isla es famosa aparte de por la cría de salmón (el 20% de la producción mundial) por sus iglesias:
tiene 160 , de las cuales 15 son Patrimonio de la Humanidad.
Al día siguiente vamos a Dalcahue a su feria dominical de artesanía, visitamos su iglesia (cerrada como casi
todas) y marchamos por un camino rural en obras hasta Tenaún, donde hay otra iglesia esta vez pintada en azul. Retornamos parando a ver la cascada Tocoihue, la capilla de tejuela de Calen y la de San Juan, donde nos cae una intensa lluvia.
Marchamos hasta Chonchi para ver la iglesia de S Carlos (la única que encontramos abierta) y la cercana de
Vilipulli.
A la caída de la tarde volvemos a Castro para visitar su iglesia con tranquilidad y la exposición de maquetas
de la oficina de turismo.
El siguiente día vamos al norte de la isla hasta otro hotel de la misma empresa, El Galeón, en Ancud, que
hemos reservado el dia antes por el mismo precio.
Nos acercamos hasta la pingüinera de Puñihuil, donde hace un viento huracanado y aún no hay pingüinos ni
tampoco vemos chungugos (nutrias marinas).
Marchamos al continente hasta Puerto Varas para dejar las cosas en el hostal “Casa Azul” situado al lado del
Museo Naval y, bordeando el lago de Llanquihue, llegar a visitar los saltos del Petrohue.
A la vuelta marchamos hasta Puerto Montt para visitar el mercado pesquero y artesanal de Angelmó,
lleno de tiendas de artesanía, y comer allí.
Devolvemos el coche y andamos a la estación de buses para sacar los billetes a Santiago y a Valdivia
(en principio íbamos a pasar una noche en Pucón, pero hemos decidido pasar 2 en Valdivia, en vez de 1)
y partir en un microbús (salen cada pocos minutos) a Puerto Varas .
Dedicamos la mañana a ir al cercano pueblo de Frutillar, que también está a las orillas del lago Llanquihue
y es el lugar que albergó a los primeros colonos alemanes que llegaron a Chile.
Por la mañana tomamos un taxi para ir a la estación de bus (una de las varias que hay) para marchar de la
Región de los Lagos e ir hacia la Región de los Ríos.
Justo enfrente de la estación alquilamos una cabaña con cocina por 15000 pesos y bordeando el río Calle Calle
vamos hasta el sorprendente mercado al aire libre en las orillas del río Valdivia: montones de pájaros y
leones marinos se agolpan a los bordes esperando los despojos de la gran variedad de peces que venden allí.
Nos ofrecen algunos tours fluviales, pero decidimos dejarlo para el día siguiente y nos vamos a comer
(mejillones y pez sierra) en el mercado de artesanías que hay justo enfrente del mercado fluvial. A la vuelta paramos en un super para comprar la cena, vino y quesos, que haremos
en la habitación.
Cuando, después de disfrutar un rato con los animales del mercado, vamos a hacer el tour de las
fortificaciones españolas nos enteramos que ese día no sale el barco.
Un nuevo barco nos lleva a Corral para visitar el castillo de San Sebastián, en donde una placa recuerda
la altura que alcanzaron las olas del terremoto de 1960, el más intenso jamás registrado (9,5 richter).
A las 16 h. salimos a hacer una ruta fluvial por el río Cruces, hacia el santuario de la naturaleza y el
poblado de Punucapa, para visitar su iglesia y hacer una merienda con kuchen.
Por la mañana paseamos por el botánico de la Universidad, antes de ir a almorzar a la fabrica Kunstmann
y degustar sus distintos tipos de cerveza (sin filtrar, torobayo, miel...)
A la salida la intensa lluvia nos hace volver al hotel para esperar allí la hora de salida del bus nocturno
que nos trasladará a Santiago (unos 800 Kms).
Octubre 2008
Llegamos al aeropuerto de Punta Arenas, donde
tomamos un taxi que por 7000 pesos nos lleva a la ciudad( a 20 Kms), al hotel Bustamante, donde todo
el mobiliario es de su época de inauguración (1920) y está todo construido de madera de lenga.
Salimos primero a
comprar los billetes (8500p i/v) para Puerto Natales en buses Fernández, que es la empresa que más frecuencias
tiene y después a pasear un poco en la fría tarde.
Cenamos en el restaurante “La Luna”, recomendado por varias guías, en donde probamos los ostiones por primera
vez.
El frío y sobre todo el viento en la costanera es considerable.
Hacemos otra parada para tomar café en Cerro Castillo, pueblo fronterizo con Argentina,
desde donde ya se contempla todo el macizo del Paine.
Imprescindible, aunque sea como en nuestro caso, para la visita de un día.
Hacemos la entrada por la guardería de Laguna Amarga y durante todo el recorrido no paramos de ver guanacos,
camélido salvaje y protegido del parque. También nos encontramos con algunos zorros y un grupo de cóndores en
torno a un animal muerto, que levantan el vuelo al acercarnos.
El parque también está lleno de endemismos a punto de florecer, ya que estamos en el inicio de la primavera.
Hacemos una picnic a la orilla del lagoPehoé.
Es una foto de postal con las montañas de fondo, rodeados de
pájaros que acuden a comer con nosotros.
Para terminar vamos al lago Grey con una inmensa playa, a la que se accede atravesando el río Pingo por una
inestable pasarela, donde van a parar los enormes témpanos de hielo que se desprenden del glaciar de su nombre.
Marchamos a “La Luna” a cenar un plato típico de salmón (que parece trucha), y al final nos invitan a un
bajativo (de manzanilla, arauco, avellana o brujas).
Marchamos deprisa a la habitación pues hace un
frío helador.
Regresamos para almorzar en un local
popular, coger las maletas dejar que LAN nos lleve puntualmente a nuestro destino en Puerto Montt.
En el aeropuerto recogemos el coche de alquiler que ya está pagado (40 €/día), pero damos con un empleado
nuevo que no sabe como hacerel contrato y tras continuas llamadas a la central nos da un vehículo distinto
al contratado.
Recorremos 20 kms hasta el hotel Torremolinos, cabañas amplias en pleno centro y como ya es tarde cenamos
algo en uno de los pocos sitios que vemos abierto.
Cruzamos en uno de los 8 transbordadores que continuamente enlazan con la isla.
Dentro del barco pagamos
9000 pesos (paga solo el coche seán los pasajeros que seán) y en 35 minutos llegamos a Chacao, donde paramos
a ver su iglesia.
Empieza a llover y el coche no arranca, hasta que nos damos cuenta que sólo arranca
en punto muerto y pisando el embrague. ¡Que alivio!
En principio piden 35000 pesos que rebajan al final hasta 29000, desayuno incluido.
Al rato de estar en la habitación pedimos el cambio ya que la que elegida da a un árbol lleno de ibis que
no paran de escandalizar.
Deja de llover y vamos a pasear, a la feria artesanal de calle Lilloy a almorzar un Curanto,
(plato típico compuesto de pollo, almejas, chorga, chorito, cerdo ahumado, salchicha.....)
y un Cancato (salmón relleno de queso fundido y tomate).
Iniciamos el recorrido para verlas yendo a Nercón, a la salida de Castro.
A la vuelta vamos a ver los palafitos, para seguir hacia la iglesia de Rilán, casi siempre por camino de
tierra. (Durante todo el viaje veremos que la isla está casi toda ella cubierta de flores amarillas).
Al regreso paramos en la capilla de Llau-Llau (la única que no es Patr. de la Humanidad) para ir después a la
Iglesia de S. Francisco donde están de misa mientras en la plaza hay un concierto de rock.
La cena: almejas al natural, delicioso tomate bien fresco y chupe de centolla en un restaurante para
lugareños en el puerto.
Para la cena repetimos.
Dejamos las maletas y hacemos 15 kms hasta Quetalmahue,
caleta de recolectores de algas y desde allí vamos aver la fortificación española de Ahui en la peninsula
de Lacuy.
El almuerzo, por menos de 20 €, unas ostras y un sabrosisimo curanto al hoyo con un blanco fresquito lo
hacemos en Quetalmahue.
Regresamos a Castro, donde antes de ir al fuerte S. Antonio, en la parte alta de la ciudad, nos cae una
tromba de agua con granizo.
Para la cena más salmón en el único restaurante que vemos abierto al lado del
puerto.
Durante el camino
logramos ver casi despejado en su totalidad el volcán Osorno.
Llegamos hasta el lago de Todos los Santos,
desde donde hacen una ruta que, combinando bus y barco, llega hasta Bariloche en Argentina.
La cena la hacemos en una pizzería tomando cerveza artesanal. Después una fantástica milhojas en la
pastelería de enfrente antes de ir a dormir.
Por la mañana desayunamos en la plaza principal mientras observamos como los bomberos apagan los rescoldos de
una galería comercial que ha ardido durante la noche.
Toda la zona mantiene un aire
alemán muy notable: hasta los camiones de bomberos van señalizados en dicha lengua.
El pueblo, famoso por sus semanas musicales, totalmente tranquilo, es encantador. Hacemos el almuerzo,
como no, en el club alemán y retornamos a Varas para pasear por el borde del lago hasta que la lluvia nos envía de regreso al hostal.
La cena la hacemos en el lugar donde desayunamos, convertido esa noche en un plató de televisión local.
Hay un autobús de la empresa JAC a punto de partir, así que cambiamos los billetes que teníamos para uno
posterior y en tres horas, con parada previa en Osorno para tomar un café ofrecido por vendedores ambulantes
en el propio bus, llegar a Valdivia.
Damos una vuelta hasta el torreón Los Canelos y por las calles centrales. Cruzamos el puente de Pedro
de Valdivia para ir a la isla Teja, donde hay varias casas de la época de la colonizacion alemana
convertidas en Museos.
Al día siguiente nos mudamos al hotel Casa Grande, donde nos tienen que cambiar de habitación ya que la que
nos han dado está debajo de la cafeteria y al ser todo madera los crujidos son continuos.
Así que lo hacemos por libre (todo un acierto): tomamos un micro hasta el pueblo de Niebla, en la desembocadura
del río Valdivia. Tomamos un barco (salen cada 20 minutos) que nos lleva hasta la isla Mancera, para allí
subir al castillo de S. Pedro de Alcantara.
En media hora otro barco nos lleva a Niebla para regresar a Valdivia a almorzar congrio y salmón empanado.
La cena la hacemos en un concurrido asador argentino al borde del río.